Pamplinas de una vida

sábado, 26 de diciembre de 2009

Sábanas de navidad

Llueve. Hace frío. Nieva. Hiela. Mis manos se reducen a dos trozos de hielo rotos que se asoman tímidos por mis bolsillos. Camino despacio, mis pies están empapados, igual que los tejados de las casas. Sigo andando, despacio. Me da miedo tropezarme, igual que me da miedo tropezar contigo. Llego a un charco. Es posiblemente el charco más grande que he visto en mi vida. No importa, tengo que llegar. Lo piso, me empapo, hago como que no me he dado cuenta mientras un señor me mira los pantalones. Cuesta abajo. ¡Mierda! Me resbalo, pero total, ya da igual, un poquito más de agua, de frío, no quedan mal con el barro. Ya no queda nada, no… ¡qué va! Sólo queda encontrarme con “el vecino”. Me mira, sonríe, y a mi me sale un “hola” que da tanta pena como mis pantalones. Subo en el ascensor. ¿Me miro en el espejo? Mejor no, prefiero ceñirme a imaginar, la realidad a veces duele demasiado. Abro la puerta, sigo tus pasos, olvido el camino y me meto entre las sábanas. No llueve, no hace frío y no hiela. Creo que mis manos empiezan a entrar en calor…


"Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces"

lunes, 7 de diciembre de 2009

Puentes de diciembre

Un puente para descansar un poco y huir del ruido de la vida. Otro para cruzar un río sin mojarme. Tres para estar con los pies abajo, estando arriba. O un puente para que pasen coches por debajo que no van por mi camino. Puentes para que me de vértigo mirar el vacío. Para caminar descalza por la piedra que me separa del agua. Un puente grande que me haga abrir bien los ojos o uno pequeño para mirar sin ver. Uno que me lleve a mis sueños y un puente invisible para caerme. Uno para chocar y otro para bailar dormida. Un puente con señales prohibidas. Otro que me deje en el mismo lugar. Y el último…que sea tu puente.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Reto

Amparo era rara. Era repipi, aburrida, pero transmitía tranquilidad.
María(madre) quería enseñarle cantar, pero Amparo prefería bailar.
Amparo habría querido cantar pero…tirria sentiría por tener menor resonar.
María asombrada por terrorífico argumento creó, para calmar a Amparo, riquísimas tartas. Tranquilizándose, Amparo propuso bailar para María. María, riendo tiernamente, cantaría para Amparo, forjando abrazos, lágrimas…¡rapapampam!, para finalizar.

Para Patri,"que no lleva R".

jueves, 3 de diciembre de 2009

Se me olvidó que te olvidé

Diciembre, el último mes del año…como el último adiós o la última vez que empezaste a contar las estrellas.
Han pasado otros 12 meses y no me he dado cuenta, quizás me ha faltado tiempo, quizás ha sido que no me he “dejado vivir”, o quizás todavía no pueda darme cuenta.
Me obsesionan las mañanas agotadas de vida, me pierdo en el día laborioso y aparezco rota en la cama, fría como el barrote del metro de regreso a casa.
Diciembre, no importa el año, ni el día de la semana, ni el número, porque ya no importa dónde estoy. Tal vez si importe a dónde voy pero un año…y como dice la canción, se me olvidó que te olvidé.
Enero, hace tiempo que pasó. Febrero, no siento ni frío ni calor. Marzo, tres meses en los que no sé si retrocedo o avanzo. Abril, el cielo parece un poco más azul, pero tengo que hacer balance de blancos. Mayo, nací, nazco y naceré. Junio, mi temperatura aumenta, pero menos que en Enero al lado del radiador. Julio, me convierto en un pez con alas. Agosto, me da miedo volver a empezar. Septiembre, soy un pez…sin alas. Octubre, enfermo, me duele la cabeza, me lesiono, me hago más y más pequeña. Noviembre, siempre me enamoro en noviembre. Y…Diciembre, el último mes del año…como el último adiós o la última vez que empezaste a contar las estrellas.
Han pasado otros 12 meses y no me he dado cuenta, quizás me ha faltado tiempo, quizás ha sido que no me he “dejado vivir”, o quizás todavía no pueda darme cuenta.
Me obsesionan las mañanas agotadas de vida, me pierdo en el día laborioso y aparezco rota en la cama, fría como el barrote del metro de regreso a casa.
Diciembre, no importa el año, ni el día de la semana, ni el número, porque ya no importa dónde estoy. Tal vez si importe a dónde voy pero un año…y como dice la canción, se me olvidó que te olvidé.
Enero, hace tiempo que pasó. Febrero, no siento ni frío ni calor. Marzo, tres meses en los que no sé si retrocedo o avanzo. Abril, el cielo parece un poco más azul, pero tengo que hacer balance de blancos. Mayo, nací, nazco y naceré. Junio, mi temperatura aumenta, pero menos que en Enero al lado del radiador. Julio, me convierto en un pez con alas. Agosto, me da miedo volver a empezar. Septiembre, soy un pez…sin alas. Octubre, enfermo, me duele la cabeza, me lesiono, me hago más y más pequeña. Noviembre, siempre me enamoro en noviembre. Y…Diciembre, el último mes del año…como el último adiós o la última vez que empezaste a contar las estrellas.
Han pasado otros 12 meses y no me he dado cuenta, quizás me ha faltado tiempo, quizás ha sido que no me he “dejado vivir”, o quizás todavía no pueda darme cuenta.
Me obsesionan las mañanas agotadas de vida, me pierdo en el día laborioso y aparezco rota en la cama, fría como el barrote del metro de regreso a casa.
Diciembre, no importa el año, ni el día de la semana, ni el número, porque ya no importa dónde estoy. Tal vez si importe a dónde voy pero un año…y como dice la canción, se me olvidó que te olvidé.
Enero, hace tiempo que pasó. Febrero, no siento ni frío ni calor. Marzo, tres meses en los que no sé si retrocedo o avanzo. Abril, el cielo parece un poco más azul, pero tengo que hacer balance de blancos. Mayo, nací, nazco y naceré. Junio, mi temperatura aumenta, pero menos que en Enero al lado del radiador. Julio, me convierto en un pez con alas. Agosto, me da miedo volver a empezar. Septiembre, soy un pez…sin alas. Octubre, enfermo, me duele la cabeza, me lesiono, me hago más y más pequeña. Noviembre, siempre me enamoro en noviembre. Y…

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Confesión

Me lo dices y luego callas…
Tus palabras hacen eco en el silencio…
Me miras esperando una respuesta, yo te miro sin esperar nada.
Lágrimas que esperan un instante a caer en tu soledad…
Tus manos ruegan, tu cara está cansada.
Y cuando hablas es como una confesión distante que separa los minutos…
No encuentro el adjetivo, la caricia o el contacto que hace tiempo encontraba.
Añoro saber qué decir…recuerdo con una leve sonrisa esa sensación.
¿Qué quieres encontrar? Un tesoro que no existe, una persona que no existe, una vida que no existe...
No espero un tic-tac que invada mis segundos, tal vez sí quiera evitar escuchar, escucharte.

martes, 1 de diciembre de 2009

Todo por un "gritito"...

“Te queda 1 minuto de vida, dile todo lo que quieras decirle”. Así lo dice Alfonso, mi profesor de interpretación.
Los primeros diez segundos los inviertes en pensar lo que te han dicho. Los diez segundos siguientes en pensar “¿qué narices contesto?”. Los próximos veinte tienes un profundo debate interno entre si deberías decir lo que de verdad piensas o lo que esperan que digas. Los siguientes diez te das cuenta de que ya casi no te queda tiempo y todavía no has dicho ni media palabra. Y en los diez restantes escuchas a Alfonso algo como “¡DIEZ SEGUNDOS!”, miras a tus compañeros que se mueren de ganas por escuchar lo que sea, sus caras ya ni si quiera ruegan algo profundo e íntimo, sólo piden un falso “te odio” o un fingido “te amo” y después de todo lo único que te sale es algo como…¡aaah!

lunes, 30 de noviembre de 2009

Un día sin reloj

Hace tiempo que no me quedaba dormida…ya no tengo tiempo ni para eso.

07:00 Suena el despertador. Es IMPOSIBLE que sean las 7.

07:30 Me levanto. Cuando mis pies salen de las sábanas me doy cuenta de que acabo de hacerlo.

07:55 Voy a perder el autobús de en punto. Seguro.

08:10 Voy corriendo, a lo lejos…el autobús.

08:25 Me subo al autobús. No hay sitio y las señoras que van hasta Avenida de América te miran mal si las quitas su espacio para gritar de una manera, que a día de hoy sigo sin entender que sea posible a esas horas de la mañana.

08:40 Me subo al tren. Cinco personas en el mismo vagón me ofrecen clínex, me cubren con fotos de niños enfermos, caramelos duros y canciones con guitarras muertas.

09:00 Corro por la estación como una loca, llego tarde a clase. Seguro.

09:09 ¡Justo a tiempo!

09:10 Entra un compañero a clase. El profesor mira el reloj, “son y diez, llega un poco tarde, ¿no le parece?”

Vacío espacio-temporal…mi cuerpo está en la universidad, mi cabeza…en la cama.

15:00 Salgo de la universidad para meterme en el metro. Ya casi parece mi segundo hogar.

15:15 ¡No cojo el tren ni de coña!

15:17 ¡Uf, menos mal!

15:37 Llego a Atocha, la estación de los mil desconocidos. Siempre imagino que voy corriendo porque voy a perder un tren que me lleva a… y no porque llego tarde.

Vacío espacio-temporal…las cosas que suceden entre las paredes de mi escuela de arte dramático son inconfesables.

22:45 Vuelta al tren

23:20 ¿Espero un autobús?

23:35 Me voy andando. Torrejón me gusta y no me gusta. Me hace sentir miedo y me hace ser más valiente.

24:00 Estoy muerta…mañana… ¿más?

Hace tiempo que no me quedaba dormida…

.


M.F.F

domingo, 29 de noviembre de 2009

Cartoncitos para vivir

Llego a Madrid. Calle Arenal.
Hay una cola de gente que no sé si escuchan a Lechowski porque saben apreciar su lírica mezclada con los tintes de jazz o porque prefieren fumarse un porro con algo de fondo.
Un chico no lleva DNI pero tiene un abono. “Prohibido el paso sin documento legal”.
Yo…me he dejado el DNI en casa. Y de repente me doy cuenta de que no somos nadie sin un estúpido cartoncito con una foto fea y un número que nada tiene que ver con nuestra vida. Encima mi DNI empieza por 0. Tengo el número de un muerto, que ni sé quien fue ni pienso intentar saberlo. Y por dentro algo en mi cabeza me dice que alguien un día tendrá mi número de identidad y cuando se lo den no pensará en mí, sino en lo mal que queda su foto con el número de una muerta.
Hace un frío espantoso. Tres horas, atasco, Madrid más lleno que nunca, las lucecitas de Navidad en noviembre, la calle Serrano con un tiovivo. Me dan ganas de bajarme del coche y montarme en uno de esos caballitos de madera, sin más preocupación que la de si será la última vuelta.
Todo para que un chico con poca labia y mucha espalda me diga que no puedo pasar.
“Hemos pagado 30 euros”, dices. Y entonces recuerdo el día en el que estaba en Sol con una amiga. Hablábamos del dinero que nos habíamos gastado en un regalo. 37 euros. Un señor que estaba sentado al lado dijo, “perdonen si las interrumpo, pero, ¿saben cuánta comida pueden comprar con 30 euros? Es más de lo que como en dos semanas”. Y entonces pienso, “joder, deberíamos entrar a ver a Lechowski”.
Ya no queda nadie en la puerta. Sólo “el espaldas” y nosotros. Quiere dejarme pasar, pero no puede. Sus palabras dejan ver lo que piensa de verdad. Me pide un abono, “al menos”. Pienso en el chico de antes, sí, el del abono.
Sacas el i.phone. Quien me iba a decir a mi que ese cacharrito al que le tengo tan poco aprecio(que en realidad no es más que envidia), me iba a permitir entrar a escuchar un poco de buena música.
¿Signo del zodiaco? Géminis. Creo que es la primera vez que alguien me pregunta eso para saber si hablo de mi verdadera identidad o me estoy inventando otra vida. Y digo yo, puestos a inventar ¿por qué me iba a inventar una vida tan simple? Puestos a mentir, a engañar, a esquivar la realidad, ¿por qué iba a hablar de una niña que quiere escuchar a Lechowski y que se ha olvidado el DNI?
Después de media hora… ¡lo conseguimos! Ya no es “el espaldas”, ahora es “el majo, el simpático, el maravillosa persona”. Y yo no me siento bien por haber entrado, ni porque el concierto ni si quiera ha empezado, me siento bien porque no me ha hecho falta el cartoncito para ser…yo.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Desde hace mucho...


Me despierto y tengo ganas de escribir lo mucho que me cuesta apagar el despertador...
Me levanto y tengo ganas de escribir lo que me pesan los pies...
Me subo en el autobús y tengo ganas de escribir lo mal que huele mi compañero de asiento...
Me subo en el tren y tengo ganas de escribir sobre los mendigos que no saben escribir...
Me bajo del tren y tengo ganas de escribir un libro que se titule "La soledad de Atocha"...
Me voy y vuelvo. Y tengo ganas de escribir.
Tengo ganas de escribir...mis tonterías...las cosas que a nadie le importan y que a todo el mundo le importan...en fin...mis pamplinas...


M.F.F