Pamplinas de una vida

martes, 16 de octubre de 2012

6 de septiembre de 1943



Rompió un cachito de lo que era para poder ser una marcha de 20 kilómetros por hora en mitad de la oscuridad. Tuvo mil maestros, pero ninguno que le hiciera vaciar la cantimplora cuando era la hora de beber. Ninguno le hizo recorrer caminos que no llevaban a ninguna parte, ni tirarse desde el final del cielo. Sin miedo. Se disfrazaba como si fuese alguien mejor, alguien con unos cuantos kilómetros más arriba, con el sueño de ser un paracaidista que no cayera nunca, con la idea de que el salto fuera la única constante. Al final, los dedos se le quedaron congelados de tanto sentir y pensó que era mejor romper un cachito de cualquier parte.