Pamplinas de una vida

lunes, 23 de agosto de 2010

La Tête En Friche

El principio parece precipitado. Pienso, déme algo más de tiempo señor Becker, para conocer a Germain, saber como se mueve y como suenan sus palabras.

Una viejecita fascinante me enternece desde el primer momento (abuela, es imposible no hacer comparaciones, os parecéis tanto). Margueritte, “sí, con dos tes”, me recuerda lo bello que ha sido este último año leyendo a los grandes como Camus.

La película me ofrece lo que esperaba, tal vez menos pastelosa, tal vez más acertada que mis expectativas.

La recomiendo, sin duda alguna, a los que saben apreciar las historias de amor en las que no hay ningún te quiero, a los que necesitan saber que el cambio es posible, a los que quieran ver a buenos actores en acción.

La labor de Gérard Depardieu me deja con la boca abierta. Hora y media de film, salgo de la sala y sigo sin creerme que existan esa clase de actores que me ponen los pelos de punta. Imagino sus ensayos, sus interminables monólogos personales para acercarse a un hombre tan asustado por lo que no tiene, la ternura de sus abrazos quebrados y la testarudez de sus recuerdos.

¡Chapeau!, también por el resto de actores.

La madre, demasiado joven, pero realiza un excelente trabajo. Fíjense en su mirada, sí, esa mirada suya cuenta la vida entera de una mujer mansa y víctima de despotismos injustificados.

En definitiva, es hora de decir que no al cine de verano (Salt, Origen, Como Perros y Gatos y de más barbaries cinematográficas), y decirle sí al buen cine.


Título en Castellano: Mis tardes con Margueritte

viernes, 20 de agosto de 2010

Niño de mar

Porque lloraba se fue. Y hundió sus pasos en el océano donde nadie escucha ni atiende a tus quejidos. El niño con cuerpo de hombre abandonado decidió sentarse a esperar en la piedra más céntrica de todas las aguas. Allí pasó los días, las tormentas de verano y los atardeceres de agosto. Compartió secretos con las olas y les confesó lo cansado que estaba de vivir entre frívolos y románticos.
Les decía, “me despierto y el mundo me da una buena ostia. Si yo sólo me levanto para vivir, para oler las flores bonitas del vecino, para limpiar mierda de perro y sentirme mal cuando fumo”.
Pero las olas no le respondían…no te responden.
En cinco días y media noche parecía incrustado en la roca, y recordaba a la niña en el muelle de San Blas, el caracol de su ventana, la harina en sus pantalones...
Hoy sólo queda la huella de sus manos, entre agua y espanto, entre espera y resignación de una nada que al final aplasta.

Fotografía por Marina F.F

¿Por qué?
Porque lloraba.

lunes, 16 de agosto de 2010

Todo

El otro día me enseñaste que todo es psicológico.
El mar a lo lejos, la arena de sus pies, nuestra lluvia de agosto.
Niños irrazonables psicológicos, olas valientes psicológicas y gatos aplastados psicológicos.
Todo, absolutamente todo, dijiste, es psicológico.
Y de repente todo me empezó a cuadrar y comprendí que esta adhesión nuestra también es psicológica, entendí que no todo lo psicológico nos lleva al absurdo.
Aún con su intensidad, nos arrastra a las sonrisas.

Para la pequeña psicológica.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Dijo sí

Llega mi repetido afán por ser artista. Arte, arte, arte, quiero crearte sin convertirte en canónico. Porque si estos postreros dos años me han enseñado algo, es que no hay nada como la autogestión.

Me parece hasta increíble poder concebirlo al fin. Después de tantos ensayos, mi inaugural exposición de fotografías sin fotografías.

Porque en el fondo, ya sabes, pensaba que iba a decir rotundamente: no. Dijo sí. Y yo sonreí y no me importó que bebieras tu café en mi taza de los Beatles.

Cinco horas para planear una fotografía y sólo me gusta la luz. Es tan intensa que no hace falta nada más. ¿Qué piensas? ¿Conseguiremos hacerlo bajo el penetrante calor? La muestra ya está aquí y todavía no puedo imaginar como será el pintarrajeado allí.

(Las mochilas con agua que nos vendió John Lennon nos van a salvar el culo).

martes, 10 de agosto de 2010

Los "no-madrileños"

Definitivamente algo tiene la gente española que no tienen los madrileños.

Lo que más tienen es mi curiosidad. Me hace gracia la gente que se enfada cuando no entiende. Son ellos los que se encargan desde el primer momento de no entender.

Estos días en tierras de naranjos, además de darme toda la paz que necesitaba, me susurran en valenciano. Y hablan de la calma del mar, de los inviernos sin turistas, de los pies descalzos y la piel oscura. La voz valenciana me tararea al oído y me duerme a media tarde. Se mezcla a veces con el sonido de las olas y los pasos de la gente que es más persona cuando se deshace de su ropa y pasea por la playa. Ay, cuanto voy a echar de menos el regocijo de no entender. Todavía falta una semana y ya siento que se me escapan los minutos. Hundo los pies en la arena, es la sensación de la tranquilidad y el alivio, es “hoy nada puede dañarme”, tal vez los mosquitos, pero… ojalá dure este blando picor valenciano.