Pamplinas de una vida

martes, 28 de agosto de 2012

Legañas


A veces es difícil volver, pensar “tenías razón, soy una reaccionaria”. Ocho meses de abandono, de búsqueda, de caminatas a las nueve menos cinco por el suelo empedrado de Recoletos. Quizás han sido menos, pero ya da igual. Porque un día te das cuenta de que la rutina es mentira, de que la librería está vacía porque has preferido comprar una televisión de pantalla plana con doble “surraund” (o como quiera que se diga) y todas las páginas que te has perdido tienes que volver a reescribirlas. 

- Reescribir. 

- Cómo cuesta reescribir. 

Pero no puedes permitirte comer en sitios que hablen de arte, con paredes llenas de vida, con gente que escribe al lado de las ventanas y con hombres que pasan vendiendo poesía mal pagada, mientras llevas meses sin escribir. Meses y meses… 

- No importa. 

- Reescribir. 

Habrá sido el olor a palomitas que no existen en el cine Doré, la barbilla interminable convertida en trenza del camarero o los hombres trapicheando al lado de la taquilla. Habrá sido Manuel de Cos que me ha despertado. Tenía los ojos tan cerrados que me ha costado meses quitarme las legañas. No se trata de abrirlos y mirar con los cristales empañados, se trata de separarlos de la piel y empezar a ver, con las venas rojas y las pupilas dilatadas.