Pamplinas de una vida

jueves, 30 de mayo de 2013

En, por, que si



Darse cuenta. Y crear un agujero en el que almacenar la mierda. Negro y largo. Larguísimo. Y de repente las palabras sólo salen a trozos y lo que pensabas que eras, era mentira. Te das media vuelta, chocas con todo lo que has ido guardando durante meses y lo conviertes en, en, en, en, en, ¡en! ¿No lo ves? No, nunca viste nada. Ni siquiera sirvieron los mil días esperando a que contases al menos una milésima parte de tus viajes de septiembre hasta a la luna. ¿Qué más da?, pensarás, después de todo lo que hemos pasado ¿qué puede hacernos daño a estas alturas? A mí nada, desde luego. Nada tuyo, digo, nada nuestro, nada que cuestione ni un ladrillo, ni una mesa plegable, ni unos zapateros. Es que escucho cosas, ¿sabes? Me pongo frente a la ventana y escucho el aire. No veas como duele escuchar el aire frío que llega desde Rusia, que a mí crea unas flemas verdes y horribles y sin embargo parece que a ti te invita a cambiar. Lo peor no es que cambies, lo peor es saber por qué, por qué de repente, después de tantos años, tienes tanta curiosidad por, por, por, por, ¡por! Sólo digo que es raro, haz lo que quieras, que yo sigo aquí, llenando agujeros (también hay otros que no son negros, por si has pensado que sólo me gustan los malos recuerdos). En fin, supongo que debería parar, dejar de decir tonterías sin sentido: que si quiero ser médica, que si me gustaría que fuésemos a vivir a la India, que si dejamos de pagar la hipoteca, que si nos compramos un cocodrilo para el wáter, que si volvemos a 2004, que si, que si, que si, ¡qué sí!

domingo, 26 de mayo de 2013

La sonámbula (sin música de Vincenzo Bellini)



-          Y que falten dos días, que falten mil años si no me crees
-          No te inventes historias…
-          No he llamado
-          ¿Y por qué me aparece tu número?
-          Estaba durmiendo, tenía el móvil apagado joder
-          Sí, ¡ya sé que el móvil estaba apagado!
-          ¡¿Entonces cómo te he llamado?!
-          ¿Por qué no me dices la verdad? Es más fácil
-          Vamos a ver… mira, da igual
-          No, no da igual. Tienes que dejar de mentir, de mentirme
-          ¡Pero que no te estoy mintiendo! ¡Qué estaba durmiendo!
-          ¿Y entonces cómo has llamado?
-          Madre mía…
-          Tú te crees que me chupo el dedo
-          ¿Sabes qué? Ya no. No voy a sentirme mal por dormir
-          ¡Yo estaba durmiendo! ¡Y me has despertado!
-          Vale…
-          ¡No puedes llamar a esas horas de la madrugada y después fingir que no ha pasado nada!
-          ¡¿Y qué si hubiese llamado?!
-          Has llamado…
-          ¡Qué no! ¡¿Pero y si lo hubiese hecho?! ¡No es el fin del mundo joder!
-          ¡A ti te da todo igual! ¡No sabes lo que es preocuparse por alguien! ¡No sabes lo que es que pasen por tu cabeza mil cosas malas cada segundo!
-          ¡Estoy bien!
-          Sí, ya lo veo
-          Lo ves. Eres tú la que sufres, eres tú la que lo pasa mal, eres tú la que se preocupa, eres tú la que llora
-          ¡No he llorado!
-          ¡Pues yo sí! Un día entero. ¡Un día y ni siquiera una llamada de disculpa! ¡Un lo siento! Un, oye, que me he dado cuenta de que no has llamado tú, que es otro número. Un, oye que tenía una llamada perdida y he pensado que habías sido tú. O lo siento, me habré equivocado
-          Sé muy bien cuando me equivoco
-          Ya…
-          ¿Y tú, lo sabes?
-          A cada minuto, me has enseñado muy bien cuando me equivoco. Me has enseñado tan bien que esta noche he tenido todo el tiempo el móvil encendido por si volvía a pasar. Tan bien que he revisado el teléfono por si había llamado sin querer y me había tele transportado hasta aquí mientras dormía, tan bien que he llamado a la compañía de teléfonos para pedirles explicaciones, para conseguir, después de todo, haberme equivocado para tener que pedirte perdón
-          Lo siento… (cuelga).