Pamplinas de una vida

lunes, 12 de abril de 2010

El viejo que hay en mí

No estoy solo, soy mi vida reinventada, soy la figura del guardián de mis sueños futuros, un rompecabezas que me dice: sigue, sigue, y no dejes de pensar en lo que sentías y has olvidado. Romper con las anécdotas inservibles de esta soledad que acompaña a este viejo estúpido y rufián sin nombre, sin empeño, por recordar como sea lo que venga, sin dilaciones, ni consecuencias para el día de la muerte cálida y fría, el día en el que nadie acudirá a tirar un ramo de flores a la puerta de la noche blanca.
¿Sabes? Volvamos a empezar, porque este cuento sin sentido no me gusta, y escribir sin el placer de decir adiós es demasiado doloroso par curar las heridas de antaño.
Vuelve como quieras, pero vuelve y acaríciame y dime que estas frases son las mejores que has leído nunca. Porque estoy cansada de escribir por escribir, hoy escribo sin pensar. Pienso y mi cabeza razona, y las ideas no fluyen, y mi estrafalaria vida hace del renacer de una flor la primavera entera.

domingo, 11 de abril de 2010

¿Tanto?

¡Dios mío! Eres tú, la niña linda y preciosa convertida en mujer. Esa sonrisita de leche tuya se ha evaporado, esas manos de buscadora de cuentos. ¿De verdad, eres tú?
La que antes me cogía de la falda y me pedía “subir al colo”, me mira por encima de los hombros con nostalgia. Mi niña bonita es una desconocida-conocida, un dibujo desvaído.

- ¿Tanto tiempo ha pasado?
- Sí…

Sigo sin explicarme por qué…
Pero, otra vez me pides que juguemos al pilla-pilla, que bailemos sin canciones, que te ayude a imaginar una pulsera para hablar con “Careto” (tu ovejita en el cuerpo de un perro) y entonces… ¡menos mal! ¡Todavía eres mi niña!