Pamplinas de una vida

sábado, 26 de diciembre de 2009

Sábanas de navidad

Llueve. Hace frío. Nieva. Hiela. Mis manos se reducen a dos trozos de hielo rotos que se asoman tímidos por mis bolsillos. Camino despacio, mis pies están empapados, igual que los tejados de las casas. Sigo andando, despacio. Me da miedo tropezarme, igual que me da miedo tropezar contigo. Llego a un charco. Es posiblemente el charco más grande que he visto en mi vida. No importa, tengo que llegar. Lo piso, me empapo, hago como que no me he dado cuenta mientras un señor me mira los pantalones. Cuesta abajo. ¡Mierda! Me resbalo, pero total, ya da igual, un poquito más de agua, de frío, no quedan mal con el barro. Ya no queda nada, no… ¡qué va! Sólo queda encontrarme con “el vecino”. Me mira, sonríe, y a mi me sale un “hola” que da tanta pena como mis pantalones. Subo en el ascensor. ¿Me miro en el espejo? Mejor no, prefiero ceñirme a imaginar, la realidad a veces duele demasiado. Abro la puerta, sigo tus pasos, olvido el camino y me meto entre las sábanas. No llueve, no hace frío y no hiela. Creo que mis manos empiezan a entrar en calor…


"Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces"

No hay comentarios:

Publicar un comentario