Ojos que no ven, corazón que no siente.
El día siete de junio llegó una carta a su buzón. La carta misteriosa, la carta del oscuro secreto. Estuvo días contemplándola, pasaron turbios, y la carta seguía cerrada tras cuatro meses.
Ojos abiertos, verídico corazón.
Cuatro meses y Ricardo decide abrirla. Abre la verdad que ya sabía, la que esquivaba, la que rompía su músculo sangriento, la verdad celosa y la verdad deslucida. Toc-toc a la verdad que no quiere saber. El abre cartas es su peor enemigo. “¡Huye de la verdad Ricardo!”, le grita. Pero ya es demasiado tarde (princesa) y se abre la veda a la realidad.
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