Puede estar mil minutos sin hacer nada, sin tocarte, mil segundos sin mirar los apuntes de cómo debe quererte. Empieza a sacar hojas y más hojas, con esquemas de relaciones humanas, dibujos de tus manos y ojos diseccionados que nunca dijeron nada.
Puede caminar durante mil horas intentando olvidar la última vez que conversasteis de verdad.
La despedida que no dijo adiós os hizo más daño que cualquier polvo sin amor.
Ahora escribe tu nombre en las puertas de los baños cabareteros, en las palabras de otras personas, en un hola que esconde todo lo que ya no es.
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Me gusta Marina; me gusta, también, la que siente el mierdo en un colchón, sobre un escenario.
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