Hace dos años.
Londres.
Inviernos fríos, pero no tan fríos como aquél.
Allí fui Caperucita todos los días, me escondí entre libros ingleses y puentes de un río.
Echo de menos el chocolate que nos quitaba los huesos insensibles, dormirme con Use Somebody de fondo.
Recuerdo a la gente, la ciudad de los formales, de los prudentes y de los sensatos.
La sonrisa de mi madre en el anochecer de las cuatro de la tarde.
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