Pamplinas de una vida

martes, 19 de octubre de 2010

Carne, fotografías y mujeres

Todo parecía tomar forma poco a poco. La noche de las mil copas ya no era un recuerdo difuso. Las palabras empezaron a resonar en tu oído y empezaste a recordar cada nota de música, cada susurro, cada mano…

Carne, la que comiste antes del primer whisky. Tus conversaciones con la carne siempre aciertan el final de la noche, el principio de la tragedia personal, que nada tiene de importante, pero que para ti es la gran tragedia. Saboreas la sangre, porque mejor poco hecho que el pasado. Uno por mamá, otro por papá y el último por todo lo que has tragado. Tu noche es como un gran chuletón, al principio promete, pero el último trozo parece imposible. Carne sola, sin salsa y sin sexo, gracias.

Fotografías, las que te hiciste sin saberlo. La primera te enseña el comedimiento y la intención medida, la segunda el desbordamiento incontrolable, la tercera a un extraño que habla de amores imposibles y llantinas de borrachos. Mira, esa foto al lado de la salida trasera, tiene ya dos años y todavía no la has roto. La guardas como si aquella noche pudiera durar eternamente, la arropas por las mañanas cuando sales de la cama y la abandonas en el cajón al mediodía. Fotos no, gracias.

Mujeres, las que te miran desde el otro lado de la barra. Adivina, adivinanza, ¿cuántas mujeres hay en la sala? No recuerdas sus nombres, ni sus vestidos ajustados, ni sus constantes preguntas que todo quieren saber sin dejar lugar al dulce misterio. Ellas, siempre dispuestas a saber, abiertas al amor que tú negaste ya hace tiempo, empeñadas en acariciarte con cariño, deseando ser deseadas. Dos del medio día. Sólo recuerdas ese pelo suave, esas manos insaciables, esos ojos oscuros al final del pasillo. Mujeres, mejor sin nombre, gracias.

El malestar recorrió tu cuerpo dormido. Tabaco, olías al tabaco del Missisipi´s Night. Nadie pensaría en tu dolor post nocturno. Todos dirían, ¡qué bien lo pasamos ayer!, hasta tu boca lo diría. Pero siempre hay algo que ensucia la ropa limpia, algo que te rasga por dentro, una vocecita que te recuerda la carne, las fotografías y las mujeres.

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