Pamplinas de una vida

lunes, 18 de abril de 2011

Despedidas

A veces una despedida vale más que noches enteras. Dice lo que está prohibido, hace lo que no se debe y escucha los deseos. Algunas te advierten y otras te empujan. Despedidas. Y volverme.

Odio las que son de huída. Sin un adiós, ni un falso abrazo. Esas que lo manchan todo y hacen complicados los reencuentros. Las que alargan los días, que llegan a ser años, que se convierten en una vida. Y de pronto, son vidas tan diferentes que decir otra vez “hola” se hace imposible. Jodidas despedidas amargas, lejos. Más lejos.

Él- Si llueve podemos pensar otra cosa…
Ella- Si llueve…
Él- Podemos ir al cine, a ver la película esa que te gustaba…
Ella- Podemos pensar otra cosa…

Las “bonitas” son esas que te sorprenden. Las que tienen más sonrisas de lo esperado y se llenan de lágrimas. Siempre tienen un nos vemos, un próximo verano, un viaje, un septiembre, un silencio, una carta, un abrazo en un pasillo o un te quiero.

Él- Quédate.
(Pausa)
Ella- Ya es septiembre.

Y hay otras. Las inclasificables. Te hacen sonreír durante días y luego las olvidas. Como las canciones, como un buen plato de pasta, como los vídeos de las vacaciones. Lo mejor es que al final, y sólo al final, las indeterminadas se pueden convertir en huída o reencuentro.

Él- Adiós.
Ella- No pares de cantar hasta que llegues a casa.
Él- No tengo miedo.
Ella- (canta)

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