Vivía en un gran pañuelo de mocos.
Al principio se le pegaban en los pies mientras dormía, hasta que aprendió a utilizar calcetines reciclados.
Era un chico solitario, paseaba de una punta del pañuelo a otra preguntándose cosas sobre la infinidad del universo.
A veces cantaba nanas para poder dormir, otras permanecía en silencio hasta que el sueño se acostaba con él.
“Bailar pegados es…”, y el final para los que viven en bolsas de clínex.
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